Los pacientes que sufren de determinadas enfermedades pueden beneficiarse de un suplemento de magnesio.
Entre ellas figuran los diabéticos, las personas con diarreas crónicas y, en general, las personas de edad avanzada, en las cuales la excreción renal del magnesio aumenta considerablemente.
Además, se ha comprobado que una deficiencia, siquiera débil, de magnesio aumenta el riesgo de enfermedades vasculares, especialmente en los diabéticos insulinodependientes.
También se ha observado una correlación entre la osteoporosis postmenopáusica y la falta de magnesio, ya que el este mineral juega un papel importante en la absorción del calcio por los huesos.
Una dieta rica en magnesio puede ser suficiente en la mayoría de los casos para restituir el equilibrio orgánico. Para casos más graves, es necesaria un suplemento adicional. Como otros minerales, el magnesio en estado puro no puede ser absorbido por el organismo y necesita estar unido a otra substancia.
Los distintos productos que se encuentran en el mercado (óxido de magnesio, carbonato de magnesio, lactato de magnesio, cloruro de magnesio, etc) tienen cada uno de ellos cantidades muy variables de magnesio esencial, aunque el cloruro de magnesio es el de más fácil absorción por el intestino.
Uno de los efectos más comunes del magnesio tomado por vía oral es que incrementa la motilidad intestinal. Por este motivo, el cloruro de magnesio es empleado habitualmente como laxante. Tanto si se utiliza como laxante o como suplemento mineral, hay multitud de preparados en el mercado, con muchas presentaciones diferentes (en polvo, pastillas, saborizados, vitaminados, etc.)
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